¿Y después de la pandemia qué?
Es común escuchar personas que quisieran borrar el año 2020 de sus vidas, dicen que fue un tiempo perdido y añoran el retorno a la normalidad, incluso algunos hacen planes para “cuando pase la pandemia…”. Pero a un año de que el COVID-19 llegara a Colombia, vale la pena recordar que en esa “normalidad” añorada ya existían varias afectaciones a la salud humana que merecían atención y una alerta, porque también mataban a miles de personas al año. Por ejemplo, según la Secretaría Distrital de Salud, en el año 2019 más de 2.000 personas murieron por enfermedades producidas por la mala calidad de aire de la ciudad, de acuerdo con el periódico El Espectador.
Durante el año 2020 el COVID-19 copó los titulares de la agenda mundial; sin embargo, las llamadas enfermedades crónicas no-congénitas lograron volver al escenario público cuando se demostró que las personas con comorbilidades tenían más posibilidades de sufrir complicaciones si se contagiaban del nuevo virus, como lo concluyó la Organización Panamericana de la Salud en su informe denominado COVID-19 y comorbilidades en las Américas. Esta fue una nueva alerta para que los sistemas de salud en el mundo se preguntaran cuáles eran sus apuestas para hacer promoción de la salud y prevención de la enfermedad en todos los entornos de la vida cotidiana. Sin embargo, la alerta parece haberse desvanecido.
Mientras la ciudadanía y los medios de comunicación han centrado su atención en el incremento de camas UCI en Bogotá o en la llegada de las vacunas, han sido menos las voces que llaman a potenciar las estrategias territoriales para la salud de la ciudadanía. Hay una fuerte resistencia a reconocer el vínculo entre las dinámicas sociales y ambientales y las enfermedades que padecen miles de habitantes de Bogotá, desde las cardiovasculares y respiratorias hasta algunos tipos de cáncer y la aparición de enfermedades de origen animal. En Bogotá, por ejemplo, la proliferación de gases tóxicos del relleno Doña Juana en la localidad de Ciudad Bolívar, ha generado que las personas que viven cerca al basurero sufran enfermedades respiratorias, afectaciones en los ojos y la piel, y problemas digestivos.
Lo anterior evidencia la relación entre la salud humana y la del planeta. En el año 2008, la Organización Mundial de Salud (OMS) explicó que las condiciones sociales y ambientales influyen de manera determinante en el estado de salud de los seres humanos. La no disposición de alimentos saludables, el mal manejo de las basuras, la tala de árboles y la urbanización, entre otras, profundizan las condiciones que producen enfermedad y muerte.
María Neira, directora de salud y medio ambiente de la OMS habla de ‘One Health – Una sola salud’, para explicar la conexión de la salud humana con la ambiental y la animal. “Muchas veces, la rotura de esa barrera entre el animal y el humano tiene que ver también con un estrés ambiental que ha provocado cambios”. Entonces, al disminuir el riesgo y la velocidad de contagio por el COVID-19, y volver a la “normalidad”, uno de los riesgos a los que se enfrenta la humanidad es considerar que este fue un fenómeno aislado y que no va a volver a ocurrir. El reto consiste en hacer una pausa y pensar en acciones colectivas que tengan en cuenta que la vida humana está interconectada con la vida del planeta y las otras especies que lo habitan, solo así se podrá impedir una nueva pandemia.
¡Una nueva realidad es posible!
Si se reconoce que la salud humana, la ambiental y la animal es una sola, como lo ha mencionado anteriormente la OMS, se podrá aceptar que es necesario pactar nuevas formas de relacionamiento entre la humanidad y el espacio que habita. Precisamente, de eso se trata el Nuevo Contrato Social y Ambiental para el Siglo XXI que ha propuesto la actual administración Distrital, liderada por la alcaldesa Claudia López.
De hecho, ya están ocurriendo cambios. En el año 2020, la Dirección de Participación Social de la Secretaría Distrital de Salud, identificó más de 200 organizaciones ciudadanas, de ambientalistas, mujeres, LGBTI, étnicas, jóvenes, biciusuarios, entre otras, que están trabajando en las diferentes localidades de Bogotá formulando proyectos por la salud de sus territorios.
Después de la pandemia es posible construir otra realidad. Justamente, la estrategia de Pro-motores del Cuidado de la Secretaría Distrital de Salud, ha capacitado a más de 40.000 personas en Bogotá sobre la premisa del cuidado y el co-cuidado para construir territorios saludables. Lo urgente ahora, es que cada ciudadano y ciudadana reconozca el rol que desempeña para garantizar la vida propia y la del planeta.
