May/2023

¿Y después de la pandemia qué?

Es   común   escuchar   personas   que   quisieran  borrar  el  año  2020  de  sus  vidas,  dicen  que  fue  un  tiempo  perdido  y  añoran  el  retorno  a  la  normalidad,  incluso  algunos  hacen  planes  para  “cuando  pase  la  pandemia…”.  Pero  a  un  año  de  que el COVID-19 llegara a Colombia, vale la pena recordar  que  en  esa  “normalidad”  añorada  ya  existían  varias  afectaciones  a  la  salud  humana  que merecían atención y una alerta, porque también  mataban  a  miles  de  personas  al  año.  Por  ejemplo,  según  la  Secretaría  Distrital  de  Salud,  en  el  año  2019  más  de  2.000  personas  murieron  por  enfermedades  producidas  por  la  mala  calidad de aire de la ciudad, de acuerdo con el periódico El Espectador.  

Durante  el  año  2020  el  COVID-19  copó  los  titulares  de  la  agenda  mundial;  sin  embargo,    las    llamadas    enfermedades    crónicas    no-congénitas   lograron   volver   al   escenario   público  cuando  se  demostró  que  las  personas  con  comorbilidades  tenían  más  posibilidades  de  sufrir  complicaciones si se contagiaban del nuevo  virus,  como  lo  concluyó  la Organización  Panamericana de la Salud en su informe denominado COVID-19  y  comorbilidades  en  las  Américas.  Esta  fue  una nueva alerta para que los sistemas de salud  en  el  mundo  se  preguntaran  cuáles  eran  sus apuestas para hacer promoción de la salud y  prevención  de  la  enfermedad  en  todos  los  entornos de la vida cotidiana. Sin  embargo,  la  alerta  parece  haberse  desvanecido.   

Mientras  la  ciudadanía  y  los  medios  de  comunicación han centrado su atención en el incremento de camas UCI en Bogotá o en la llegada  de  las  vacunas,  han  sido  menos  las  voces  que  llaman  a  potenciar  las  estrategias  territoriales para la salud de la ciudadanía.  Hay  una  fuerte  resistencia  a  reconocer  el  vínculo entre las dinámicas sociales y ambientales y las enfermedades  que  padecen  miles  de habitantes de Bogotá, desde las cardiovasculares  y  respiratorias  hasta  algunos  tipos  de  cáncer  y  la  aparición  de  enfermedades  de  origen animal. En Bogotá, por ejemplo, la proliferación  de  gases  tóxicos  del  relleno  Doña  Juana  en  la  localidad  de  Ciudad  Bolívar,  ha  generado  que  las  personas  que  viven  cerca  al  basurero  sufran  enfermedades  respiratorias,  afectaciones en los ojos y la piel, y problemas digestivos.       

Lo   anterior   evidencia   la   relación   entre   la   salud humana y la del planeta. En el año 2008, la Organización Mundial de Salud (OMS) explicó  que  las  condiciones  sociales  y  ambientales  influyen de manera determinante en el estado de salud de los seres humanos. La no disposición de alimentos saludables, el mal manejo de las basuras, la tala de árboles y la urbanización, entre  otras,  profundizan  las  condiciones  que  producen  enfermedad  y  muerte.   

María  Neira,  directora de salud y medio ambiente de la OMS habla  de  ‘One  Health  –  Una  sola  salud’,  para  explicar la conexión de la salud humana con la ambiental y la animal. “Muchas veces, la rotura  de  esa  barrera  entre  el  animal  y  el  humano  tiene que ver también con un estrés ambiental que ha provocado cambios”.   Entonces,  al  disminuir  el  riesgo  y  la  velocidad  de  contagio  por  el  COVID-19,  y  volver  a  la  “normalidad”,  uno  de  los  riesgos  a  los  que  se  enfrenta  la  humanidad  es  considerar  que  este  fue  un  fenómeno  aislado  y  que  no  va  a  volver  a  ocurrir.  El  reto  consiste  en  hacer  una  pausa  y pensar en acciones colectivas que tengan en cuenta  que  la  vida  humana  está  interconectada  con  la  vida  del  planeta  y  las  otras  especies  que  lo  habitan,  solo  así  se  podrá  impedir  una  nueva pandemia. 

¡Una nueva realidad es posible! 

Si  se  reconoce  que  la  salud  humana,  la  ambiental y la animal es una sola, como lo ha mencionado  anteriormente  la  OMS,  se  podrá  aceptar  que  es  necesario  pactar  nuevas  formas  de  relacionamiento  entre  la  humanidad  y  el  espacio que habita. Precisamente, de eso se trata el Nuevo Contrato Social y Ambiental para el Siglo XXI  que  ha  propuesto  la  actual  administración  Distrital, liderada por la alcaldesa Claudia López.  

De  hecho,  ya  están  ocurriendo  cambios.  En  el  año  2020,  la  Dirección  de  Participación  Social de la Secretaría Distrital de Salud, identificó más de 200 organizaciones ciudadanas, de  ambientalistas,  mujeres,  LGBTI,  étnicas,  jóvenes,  biciusuarios,  entre  otras,  que  están  trabajando  en  las  diferentes  localidades  de  Bogotá formulando proyectos por la salud  de sus territorios.     

Después  de  la  pandemia  es  posible  construir  otra realidad. Justamente, la estrategia de Pro-motores del Cuidado de la Secretaría Distrital de Salud,  ha  capacitado  a  más  de  40.000 personas en Bogotá sobre la premisa del cuidado y el co-cuidado para construir territorios saludables. Lo urgente ahora, es que cada ciudadano y ciudadana  reconozca  el  rol  que  desempeña  para  garantizar la vida propia y la del planeta. 

Otros artículos